A R., gudea de Lagash y vigilante impenitente del barrio, le han extirpado este pasado invierno un tumorcillo
de la nariz. La intervención ha dibujado un uve de finas curvas en la punta del
apéndice; la marca, que recuerda a un prepucio invertido, no deja de tener su
punto de elegancia, como de gaviotilla en vuelo, o algo así. En cualquier caso,
la vecina no ha perdido un ápice de su ánimo y pasea por el barrio protegida
por un sofisticado paraguas lila con el que se defiende del sol estival. R.
acompaña su ajuar con una fina blusa de idéntico color al parasol y se exhibe
ufana, paseando todas las tardes carretera arriba y carretera abajo, con el
contoneo de una adolescente y los aires de un personaje de Chejov.