domingo, 1 de septiembre de 2013


Consulto y releo las lucubraciones de este dietario insensato como quien levanta la falda a una monjita, curioso y espantado a un tiempo, incómodo con la sombra acechante de mi mismo que dibujan estas líneas.

Han transcurrido varias semanas sin alimentar con palabras este tamagochi virtual de mi perplejo yo. El desfallecido avatar que me he encontrado abandonado en el ordenador, famélico, desnutrido y espectral,  reclamaba desde su celda internáutica la savia vivificante de mis crónicas e invenciones, con las que su evanescente silueta recupera ahora, paulatinamente, el contorno y la opacidad habituales. Con el regreso de mis devaneos, ha vuelto a palpitar este doble circunstante y subhumano, carburando a base de palabrazos y de  frasecillas de inigualable ingenio; recuperando, como quien dice, su débil latido con la descarga de mis iluminaciones celestiales.