jueves, 14 de febrero de 2013


Oh, tú, Escitalopram, enséñame el camino. Que el ingenio de tu química recomponga los pedazos dispersos de mi Yo aturdido.  Restablece en mi sesera agostada los niveles justos de serotonina, y que el manto de tu beatífica caricia me devuelva a la vereda del júbilo y de la esperanza, y me aleje por siempre de la senda injuriosa del extravío.