lunes, 18 de febrero de 2013


Expira el día en el ventanuco de mi escritorio con el negro horizonte devorando un cielo amoratado y exangüe. Un par de nubecillas contestonas mantienen su pálido aleteo antes del inevitable apagón. Está escrito que todo es más bello porque tiene un final, lo que no impide una cierta irritación contra el cielo todo. Del ilustre Papini ya quedó copiada su aversión a un mundo contrario a cualquier dirección, y la inclinación del escritor, más que entendible, a la carrera de diablo, impedido el gobierno sobre la tierra. Este despecho suyo, que comparto enteramente, bien podría precipitarme a una escalada insensata de delitos y extravíos de todo tipo. Tiembla realidad. Tiembla fatua sociedad con tu falso tejido de orden mojigato. De momento, y antes de abandonarme a  una galopada de supervillano antisistema, quede en prueba de mi rebeldía y desacato la arrugada bola de papel a la que condeno estas líneas inconscientes y descalabradas.