domingo, 10 de febrero de 2013


La medicación prescrita tiene nombre de conquistador iranio: Escitalopram. El folleto profetiza un aumento de los niveles de serotonina y el final del desánimo en unas cuantas semanas, aunque advierte de un posible “cambio de ideas poco común, chirriar de dientes o alucinaciones ocasionales”, entre sus múltiples efectos secundarios. De los fermentos de este fármaco milagroso, y de la agotada crisálida de mi anterior identidad, pienso para mí, surgirá un nuevo Mr. Hyde. Tiembla civilización.

La Wikipedia describe a los escitas como arqueros y jinetes consumados. De barbas asalvajadas, violentos y militarizados, se ceñían firmemente el cinturón para combatir el hambre en sus largas travesías por las estepas  euroasiáticas. En las batallas aparecían tocados con gigantescas cornamentas y el cuerpo enteramente tatuado, para espanto del enemigo, del que conservaban la cabellera como souvenir y el cráneo como vaso. En el siglo VI a.c. esta tribu camorrista y pendenciera llegó a ocupar los 6.000kms. que separan Hungría de Manchuria; y en el 514 a.c. rechazaron ni más ni menos que al irreductible Darío I, cuando marchaba a la cabeza de un ejército de conquista de 700.000 aqueménidas: “…aterrorizaron a los persas mediante lluvias de flechas que desorganizaron sus filas,  atacándolos ferozmente a caballo”. La hoja de la espada escita, añade puntillosa la wikipedia, medía 70 cms.

Entre la nómina de escitas célebres, descubro con sorpresa a un nuevo Gog, rey de Magog,  personaje  seducido por Satanás –describe el Apocalipsis- tras liberarse éste de su prisión milenaria y conminado, de otro lado, por el Señor, a través del profeta Ezequeil, a librar una guerra contra Israel. Las instrucciones que le traslada Dios a Ezequiel, para persuadir a Gog, son todo menos diplomáticas: “Tu dirás: Así el Señor: Aquí estoy contra ti, Gog, príncipe supremo de Masac y Tubal…Yo te haré volver. Te pondré garfios en las mandíbulas y te haré salir con todo tu ejército” (Libro de Ezequiel, Cap.38). Con lo que el incauto y bíblico Gog, engatusado primero por Satanás, se vio posteriormente arrastrado (la quijada engarfiada, literalmente) por Dios mismo a la guerra contra los israelitas, para ser luego atormentado con una lluvia interminable  de tortuosas revanchas celestiales, como bien describe nuestro iracundo Dios al iluminado Ezequiel: “Convocaré contra Gog toda clase de terrores...Le haré rendir cuentas por medio de la peste y de la sangre […]Temblarán ante mi los peces del mar” –continúa, incontrolado, el Señor- “los pájaros del cielo, todos los reptiles que se arrastran por el suelo y todos los hombres que hay sobre la faz de la tierra” (Libro de Ezequiel Cap.38).


Por su parte, el millonario  viajero Goggins de Giovanni Papinni, ya mencionado, frente al embate incontrolado de mar y tierra, cederá a su vez, de igual modo, a la tentación del Demonio: “…El hecho es que me siento extranjero en todas partes, y mortificado.” -explica Gog-  “La Tierra es un puñado de estiércol resecado y de orina verde…Para mí desearía algo más, ser el Cosmocrator supremo, el director de la vida universal, el ingeniero jefe del teatro del mundo, el gran prestidigitador de la tierra y de los mares –esta sería mi verdadera vocación-. Pero no pudiendo ser Demiurgo, la carrera de demonio es la única que no deshonra a un hombre que no forma parte del rebaño”.