lunes, 26 de marzo de 2012


Viaje a Bruselas, ciudad de adoquines desparejos y con un cielo hendido por gabletes centenarios. Largos paseos trastabillantes con el infatigable AP recitando a San Juan de la Cruz y mucha cerveza y mejillones. Visitamos el estudio del pintor Zurstrassen, a quien fotografío al final del día mezclando azules como quien reinventa el cielo. En el Museo de Bellas Artes de la ciudad, el Marat de David:  asesino santificado, ebúrneo, con su herida mortal sin mácula, apuñalado en la bañera por la girondina Carlota Corday, que viajó desde Normandía, con un cuchillo escondido en sus ropas, para “acabar con la bestia y salvar a Francia”. La pintura, perfumada, idealista, engañosa y cautivadora, aparece calificada por algún crítico, leo en el folleto, como “terrible bella mentira”.