El
dolor ha frenado mi carrera y me ha tumbado impotente en la hierba húmeda que
rodea la pista. Paralizado, me abandono a la lluvia de este día gris y
contemplo las nubes altaneras pasearse sobre mi rostro.
Por el
rabillo del ojo veo acercarse dos siluetas familiares, una oronda,
trastabillando la otra, Sancho y Quijote descabalgados: “Trece vueltas”, me
espetan al unísono. “¿Cómo?, respondo desconcertado. “Hoy sólo trece vueltas,
¿la lluvia?”.