Recurría al espejo en
busca de un certificado
de su
existencia,
de la que
dudaba continuamente.
Al temor
de enfrentarse al Vacío,
sucedía
el fugaz encuentro
con un
extraño
de
arrugado ceño,
que resultaba
ser él mismo.
El Tiempo
(molinillo infatigable)
reducía
ese breve destello
de
certeza
a un
recuerdo que,
como toda
memoria,
resultaba
poco más que
una vaga
ilusión.