En mi agitada sesera se mezclan ahora los ataques e invectivas del
descontrolado terapeuta y mis lecturas extraviadas de estos días. El cocktail
letal de terapia y metafísica me ha decidido a combatir esta postura mía de
sastrecillo amohinado, a enderezar mi retorcido espinazo, combado como la
torturada rama de un árbol ajado por la falta de luz y el peso agotador de
las brumas…
Paseo estos días por la calle con forzada ufanidad, tieso como los demás hombres, los codos
bien plegados al cuerpo, fundidos los omoplatos y erguida la armadura de mis
hombros, desafiando al mundo todo con la nueva danza luminosa de mi caminar;
devolviendo al cielo, como quien dice, todo el peso de sus falsas ilusiones
desde la muelle punta de mis pies.