Esta mañana me despertaron los bocinazos intempestivos del escarabajo del vecino, al parecer
milagrosamente resucitado. Rodaba el vehículo por la cuesta acompañado de un
alegre crepitar de piedrecitas y con el motor estallando a empellones y secas
toses. Abierta la capota, su dueño saludaba al cielo con la complacencia de una
reina de carnaval. Desde el asiento de copiloto, las patuelas extendidas sobre
el salpicadero, Joper escoltaba la fanfarria matinal con ladridos de júbilo y
satisfacción. "Ver para creer -pensaba para mí desde la ventana-, ver para creer…"