sábado, 13 de abril de 2013



Esta mañana me despertaron los bocinazos intempestivos del escarabajo del vecino, al parecer milagrosamente resucitado. Rodaba el vehículo por la cuesta acompañado de un alegre crepitar de piedrecitas y con el motor estallando a empellones y secas toses. Abierta la capota, su dueño saludaba al cielo con la complacencia de una reina de carnaval. Desde el asiento de copiloto, las patuelas extendidas sobre el salpicadero, Joper escoltaba la fanfarria matinal con ladridos de júbilo y satisfacción. "Ver para creer -pensaba para mí desde la ventana-, ver para creer…"