martes, 7 de agosto de 2012


Paso los días alojado en una caseta al pie de una pequeña playa en Paranea, una islita vecina de Stromboli, milagrosamente liberada de la congestión turística que unos días atrás convertía la cala en un terrario intransitable. Con tres saltos me zambullo
en el mar de una
noche sin luna.
Buceo en este cielo
de agua negra.
Voy volando suspendido
en el océano infinito
de mis pensamientos,
secas de lágrimas mis mejillas,
los labios apretados
para no olvidar,
o para olvidar.
En mi aleteo
de silencio ciego
olvido cualquier razón
por la que respirar.
Abrazado a estas nubes
de sombra,
sé que no moriré nunca.