Paso
los días alojado en una caseta al pie de una pequeña playa en Paranea, una
islita vecina de Stromboli, milagrosamente liberada de la congestión turística que unos días atrás convertía la cala en un terrario intransitable. Con tres
saltos me zambullo
en el
mar de una
noche
sin luna.
Buceo
en este cielo
de
agua negra.
Voy
volando suspendido
en el
océano infinito
de mis
pensamientos,
secas
de lágrimas mis mejillas,
los
labios apretados
para
no olvidar,
o para
olvidar.
En mi
aleteo
de
silencio ciego
olvido
cualquier razón
por la
que respirar.
Abrazado
a estas nubes
de
sombra,
sé que
no moriré nunca.