Quien
esto escribe,
maestro pirotécnico,
payaso de chistera,
arquitecto
de castillos en el aire,
disfraza con palabras
el abismo de su ignorancia;
reconoce en sus rugidos
de
tigre de papel
el murmullo
del ratón a la montaña;
envuelve con promesas de humo
su teatro infinito,
que confiesa sin más extensión
que la del breve folio.
Y con esto queda dicho todo,
y nada.