Pongo al cielo por testigo. De mi sesera agostada y entumecida, del
reseco alambique que forman las oxidadas circunvoluciones de mi cerebro
exhausto, ha brotado, sorpresa de sorpresas, la perlada gota de un poemilla que
transcribo, emocionado, a continuación:
Divididos entre lo que fuimos
y lo que seremos,
dibujamos en el paso de los días
la estela
de nuestra escisión perpetua.
Como el avión que parte en dos el cielo
con su humo.
Como la sonrisa fragmentada
que adivino en este espejo
velado por el polvo.
Me miro
y no me odio.