Vuelta
al ruedo tras el paréntesis estival. Sin rastro del orondo Sancho, vigila mi
carrera en la pista, infatigable, el agrimensor cojitranco y quijotesco que
luce esta temporada una barba espumosa de ballenero nórdico; atiende mi evolución
desde lo alto de su colinilla, armado con un gigantesco tridente en cuyos
dientes exhibe, amenazante, la hojarasca muerta de este otoño recién
inaugurado, ensartada cruelmente en su arpón de jardinero.