jueves, 16 de agosto de 2012


El pintor Antonio López me aconseja conservar mis fotografías enrolladas con una gomita roja. Comienza entonces una lluvia pesada de verano que interrumpe nuestra charla, yo cubro al maestro con mi gabardina, unimos nuestras manos libres e iniciamos, entregados, un tango solemne, el culo bajo y la mirada al frente.

Despierto del sueño al compás de las olas rompiendo en la playa. Es noche cerrada y no duermo sólo. En la rada, sobre las piedras, reposa desde ayer tarde el cadáver sin identificar de un turista fatalmente accidentado. A la espera del médico y del juez, Mussolini y su compañero anfibio pasan la larga noche velando el cuerpo. Por las contraventanas se cuela el bisbiseo de los gendarmes en su vigilia obligada. Hablarán, supongo, de la luna, o de un posible asalto a las islas vecinas, atentos con sus linternas a cualquier movimiento sospechoso en los alrededores.