jueves, 24 de mayo de 2012

“De acuerdo con el texto bíblico del Génesis”, leo en la Wikipedia –la Biblia intenáutica de nuestra modernidad descabezada-, “Adán y Eva cedieron a la tentación de la serpiente y descubrieron, comiendo del árbol, su desnudez.”. Parece que, como queda dicho, a consecuencia  de la violación del mandato divino, la incauta pareja provocó su expulsión del Paraíso, perdiendo el atributo de la inmortalidad y la exención de todo sufrimiento, y arrastrando en su tropiezo a todos los hombres. Siglos después, el concilio tridentino fijaría la doctrina del pecado original, en virtud de la cual “la condición de naturaleza caída (natura lapsa) se transmite a cada uno de los nacidos tras la expulsión del Edén”.

Así explicado, la contravención de nuestros padres bíblicos arrostraría la muerte (“volverás a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás”) y el estigma del tiempo, sellado éste último al hombre como una mácula  indeleble en su fracaso frente a la eternidad. “¿Quien podrá jamás ahuyentar al Tiempo?”, se pregunta Paul Morand en sus mencionadas memorias, evocando los frescos de un palacio veneciano que mostraban al Pegaso ahuyentando a Cronos.

La pareja expulsada, que para el imaginario occidental -esto es, la Wikipedia- ha quedado condensada en la célebre pintura de Masaccio,  produce una decidida simpatía: el pintor describió con trazos de lacerante patetismo a la humillada Eva, cubriéndose el pecho desnudo con torpeza, y a su compañero Adán,  encogido el estómago al golpe del castigo celestial.  Llama la atención la temprana y ultraintuitiva demonización de la gravedad por parte de la Iglesia, que avistó pronto a un enemigo elevado hoy al rango de causa única por la ciencia moderna. La caída y el descenso, entendidos, de este modo, por la Santa Madre Iglesia, como el peor ultraje imaginable, en oposición al carácter redentor y glorificante de toda ascensión, que encuentra su máxima expresión en la elevación a los cielos de “nuestro señor” Jesucristo, señalando el camino a la Humanidad toda en la futura recuperación del Reino perdido de Dios, nuestro Reino perdido.