velando con palabras
el cadáver
de los largos día
infinitos,
ametrallando el mar,
sin nadie ya que le
proteja
del fuego y de los
tigres.
A la espera del
Tiempo sin sombras,
del Tiempo del
silencio del silencio.
¿Quién cubrirá
entonces con su manto
los hombros del Vacío
sin lágrimas?
¿Quién hollará la
tierra en su caída?
Pasará entretanto el
instante
de las sombras y de
las risas,
de los bailes y de
los lamentos,
y entre el polvo de
todo nuestro ayer
brotarán mudos los almendros
sin nadie ya para
contemplar sus flores.